Una hipoteca fija permite que la cuota a pagar siempre sea la misma. Esto se debe a que se aplica el mismo tipo de interés durante toda la vida del préstamo. Por ello, se evitan cambios de cuota según las subidas o bajadas de del euríbor.
Una hipoteca variable, por su parte, provoca que el importe de las cuotas mensuales varíe según el índice de referencia, habitualmente el euríbor. Así, el tipo de interés que se aplica a la hipoteca está compuesto por el valor del euríbor más un diferencial fijo.

Así, la batalla comercial que están protagonizando las grandes entidades bancarias del país se está jugando en el terreno de las hipotecas a tipo fijo porque es la forma con la que obtienen mayores ingresos mientras el euríbor continúa marcando caídas históricas.